viernes, noviembre 21, 2025
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Pipi Piazzolla: “No soy ni un décimo de lo que era Astor Piazzolla”

El baterista argentino, nieto del icónico bandoneonista, lanza Apocalipsis, un nuevo álbum con su trío, fusionando jazz y otros géneros en un estilo propio y audaz.

Daniel “Pipi” Piazzolla tenía 20 años cuando el profesor de su primera clase en el Musicians Institute de Los Ángeles le preguntó si era pariente del bandoneonista argentino. Apenas Pipi respondió que era el nieto, el profesor ordenó a sus compañeros que se pusieran de pie para alabarlo. Hoy, tres veces ganador del premio Gardel con su trío, diez veces y un Gardel de Oro con Escalandrum –el sexteto que lidera hace 25 años–, este baterista y compositor que levanta la bandera del jazz nacional en cada rincón del mundo, recuerda asombrado aquella reverencia de sus compañeros, pero también cosecha sus propios aplausos como tercera generación de un linaje musical que ya abarca dos siglos.

A los 53 años, convertido en una de las figuras del jazz argentino, se apasiona con la salida del nuevo disco del trío que conforma junto a Damián Fogel en saxo y Lucio Balduini en guitarra. Se llama Apocalipsis, lo editó El Club del Disco, y es –cuenta a Revista Ñ en su casa de Coghlan, no demasiado lejos del estadio Monumental, donde nació su amor por la batería– “un nuevo material con muchos temas míos y un repertorio que ha sido bastado tocado”.

¿No es siempre así?

–A veces uno llega a grabar un disco donde hay un montón de música nueva que toca hace poco tiempo. Los temas que grabamos en Stick shot, que nos agarró después de la pandemia, tuvieron muy poco rodaje. En este caso los venimos tocando hace mucho. Es un disco redondito que tiene la parte de improvisación bien marcada y otra que es más melódica y donde prácticamente no hay improvisación. Los dos primeros singles fueron de esas características. El primer single, que también se llama Apocalipsis, no tiene improvisación."Apocalipsis", de Pipi Piazzolla Trío.«Apocalipsis», de Pipi Piazzolla Trío.

Alguien podría preguntarse, entonces, dónde está el jazz.

–El jazz es libertad. Podés hacer lo que se te cante. Soy un músico que he tocado de todo y estoy muy orgulloso de eso, de ser abierto a todos los estilos, no encerrarme en uno solo, no ser talibán de un estilo. En mis discos se mezclan el jazz, el funk, los ritmos irregulares, Frank Zappa, la música nuestra, el pop, todo. Es mostrar un poco quién es uno. Ser incapaz de escuchar otra cosa no pertenece al jazz.

–De hecho, en el disco hay un homenaje al acordeonista francés Richard Galliano.

–Era el mejor amigo de mi abuelo en Francia. Fue el encargado de ir a la casa a rescatarlo cuando tuvo la trombosis cerebral, el que llamó a la ambulancia y lo internó. Toqué con él en el CCK. Nos conocimos en la prueba de sonido y ahí salió la posibilidad de hacer una gira juntos por China. También tocamos juntos en Córcega. Es una persona extraordinaria. Me gusta mucho la música de Francia, el jazz musette, que es un jazz ligero, muy rápido, que tocan los acordeonistas.

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–¿Cómo es tu proceso de composición?

–Compongo en un piano que era de mi papá y me pasó a mí. Estudié el instrumento de chico, música clásica, y más grande también armonía. Se me ocurren muchas melodías en la cabeza, las canto, las toco en el piano, las escribo en un pentagrama y a partir de ahí busco la armonía para cada parte. Una vez que tengo armado el tema, que puede estar hecho de manera muy simple, le sumo la complejidad rítmica. Toda la música se puede manipular: si tenés un standard de jazz o un blues muy conocido, lo podés funkear, tocar en 5×4, pasar a 3×4, hacerlo latino, bossa nova… Si empezás un tema desde la melodía va a ser mucho más escuchable que si arrancás desde el ritmo o de una secuencia de acordes. Si podés silbar algo, todos lo van a poder silbar, porque además nunca se te va a ocurrir silbar algo enroscado.

–Hasta podría cantarse en la cancha.

–Me encantaría. En un partido de River contra Deportivo Español nació mi amor por la batería. Fue en 1985 y me impactó ver esos tambores sonando juntos en medio de la hinchada. Aprendo mucho del fútbol. Por ejemplo de Armani, el arquero de River, que a pesar de haber ganado todo sigue perfeccionándose. Es un gran ejemplo. Los buenos músicos tienen que ser así. Practico todos los días para ser mejor, porque siento que soy malísimo. Sé mi nivel, pero quiero ser mejor, porque hay tres millones de bateristas que son mejores que yo. No es una competencia, es calidad: cómo aportás a la música, al sonido. Es concepto y técnica.

–¿Cuál es el rol de los músicos que te acompañan para construir el tema?

–La interpretación. Muchas veces me pasó de pensar que algo era muy lindo y después darme cuenta de que no sonaba tan bien, pero no por culpa de ellos. También al revés: temas a los que no les tengo mucha fe y ellos lo embellecen. Con el trío pasa porque tengo a Damián Fogel, que hace que cualquier melodía suene muy linda, y Lucio manipula los acordes y lo lleva para otro lado, siempre dentro de la estructura que imaginé, pero hay rienda suelta para trabajar. Esa creación colectiva, más algunas sugerencias, hace que el tema levante un montón.Pipi Piazzolla: "Astor fue una bestia infernal". Foto: Guillermo Rodríguez AdamiPipi Piazzolla: «Astor fue una bestia infernal». Foto: Guillermo Rodríguez Adami

–Tu abuelo decía que tocaba la música de una Buenos Aires moderna donde ya no existían los farolitos ni los compadritos. ¿Sentís que tu música refleja la Buenos Aires del siglo XXI?

–No puedo pensar en eso. No soy ni un décimo de lo que era Astor Piazzolla. Él fue una bestia infernal que además logró todo solo, sin un colectivo de gente que hiciera lo mismo que él. Yo simplemente hago música y que después los demás digan qué les parece. Igual es complicado pensar cuál sería la música de Buenos Aires de hoy; sigo sintiendo que es la de Astor Piazzolla. No hay otra música que no te ponga en esta parte del mapa como la de él.

–¿Qué sentís que tenés en común con tu abuelo?

–Mi amor por las melodías y la disciplina, la actitud, el tratar de estar siempre en proyectos que involucren cosas nuevas. Fuera de la música, el amor por la comida.

–Él era un obsesivo del trabajo, al punto de dejar de lado a su familia. ¿Cuesta encontrar ese equilibrio?

–Cuando uno ve los ejemplos, aprende. Tengo muchísimo trabajo, pero cuando estoy en casa estoy con calidad. En mi casa todos me ven feliz y les gusta lo que hago. No es que llego y hay que hacer silencio o no se pueden festejar los cumpleaños porque estoy practicando, como tal vez le pasaba a mi papá. Pero bueno, ¡mirá a dónde llegó mi abuelo! También son épocas diferentes, hoy uno se puede relacionar más fácil con la familia. Antes te ibas en un barco y con suerte mandabas una carta que llegaba un mes más tarde. Ahora con la camarita parece que estuviésemos juntos.

–¿Tiene algo que ver el título Apocalipsis con el linaje Piazzolla?

–Soy fanático de esas películas, igual que mi abuelo, mi papá, mi hijo y mi mujer. Y un poco estamos viviendo una época así: no hay zombis, pero el mundo es un quilombo. El apocalipsis es la crisis social o que te hagan bullying. Es un título que está puesto en un montón de sentidos, no solo en los zombis o en los tsunamis. Es cuando pensás que ya no hay esperanza. Pero la melodía del tema tiene que ver con el momento en que estás saliendo de eso, cuando ves el brote de una planta que te dice que vas a volver a florecer.

Fuente: https://www.clarin.com/revista-n/pipi-piazzolla-decimo-astor-piazzolla-bestia-infernal_0_zOdu2cnlhN.html

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