Tito Rivas: la historia del sonido y la arqueología del fonógrafo
- El método arqueológico de Rivas, inspirado en Foucault, desvela cómo los campos epistémicos dieron forma a la historia del sonido y sus instituciones.
- El investigador mexicano dio una conferencia en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Fascinante y atemporal. También simple y compleja. La investigación de Tito Rivas remite al origen de la escucha sonora y entonces hay que imaginarse todo. La magia era la ciencia, los frailes los científicos y la iglesia la institución rectora para la habilitación del conocimiento. Nada alcanza para formular aquel contexto en el que el artista e investigador mexicano llegó para pensar sobre su pasión. El punto de llegada es el fonógrafo y, por eso también, es el punto de partida. En una charla exclusiva con Revista Ñ, dijo: “Tiene como principal tema hacer una reflexión filosófica sobre el escuchar. El escuchar como una actividad natural del cuerpo humano, pero también como una práctica cultural”.
Tito Rivas durante la conferencia dictada en la Untref.
Respecto a la mención del fonógrafo como faro, Rivas explicó sobre su charla: “En realidad, la perspectiva arqueológica lo que te muestra es que es un largo y lento tiempo de sedimentación de muchos saberes que se van condensando y que se van acumulando como si fueran estratos. Por eso la metáfora arqueológica. A la hora de que los recorres y los pones en conjunto como elementos, como objetos encontrados en una excavación, empiezan a develarte todas las conexiones que es a lo que yo llamo el dispositivo aural. Es el que da cuenta de la formación del fonógrafo. Entonces, más que una charla sobre el fonógrafo como invento es una genealogía del fonógrafo”.
Francisco “Tito” Rivas Mesa dirige la Fonoteca Nacional de México, vino a Buenos Aires a dictar una conferencia sobre la “Historia de la escucha y las formas de oír”. La actividad fue organizada por la Maestría en Arte y Estudios Sonoros y por la Dirección de Cooperación Internacional de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
–Esta investigación se desarrolló a partir del “método arqueológico”, ¿podrá desarrollar brevemente cómo se implementó para su foco?
–El método arqueológico es un método interpretativo. Proviene más que nada de la filosofía. Fue desarrollado principalmente por Michel Foucault, cuando él en los 60 plantea que se podía hacer una arqueología del saber. Y con esto lo que estaba planteando es que la interpretación de la historia, de la historia de las ideas, pero también de las instituciones y de las disciplinas científicas se podía estudiar a través de entender cuáles eran esos campos epistémicos. Así le llamaba él, esos campos de saber que le daban forma, que además no solo eran campos epistémicos, también eran campos políticos, campos de donde se jugaban fuerzas para determinar cuál era la explicación de las cosas, el orden del discurso. Entonces, de esa manera Foucault estudia, por ejemplo, el origen de las cárceles, de los hospitales como institución social, de la psiquiatría, de la sexualidad, inclusive. Son las genealogías o arqueologías que tratan de descifrar cómo se constituyen estos grupos de saber que después se agrupan en ciencias y se consolidan.
Dispositivo para escuchar conversaciones en una plaza en 1650.
–Además de investigador sos artista, ¿eso influyó a la hora de avanzar en la investigación o fueron dos oficios que no se tocaron en ningún momento?
–Creo que sí influyó el hecho de que yo sea artista al hacer esta investigación. Mi óptica de acercamiento fue, por una parte, a partir de la fascinación que como artista de sonido, sonoro, me producían todos esos artefactos; y toda la investigación tiene que ver con imaginar cómo se escuchaba algo de lo que ya no tienes manera de escuchar. No tienes documentos. No es sino a partir de la fonografía, precisamente, que la historia de la humanidad se pudo grabar en sonidos. Tenemos documentos sonoros que nos dicen a través de la mediación de la grabación y de los micrófonos, pero te cuentan sonoramente una historia. Hay mucho de historia en esto, lo que hay que hacer es conseguir otros documentos y de manera indirecta imaginar situaciones de escucha.
Esa imaginación de situaciones de escucha es clave, sin duda mi desarrollo como artista sonoro fue muy capital para recrear una herramienta de imaginación en donde a partir de analizar un grabado, por ejemplo, intento construir una imagen sonora que emana del grabado. Por otra parte, también implicó conocer las tradiciones de creación sonora sobre todo de la época contemporánea para poder ir de ahí hacia atrás y entender realmente esta investigación.
Tito Rivas vino a Buenos Aires a dictar una conferencia sobre la “Historia de la escucha y las formas de oír”. Foto: Fernando de la Orden
–La labor como fonografista no es tan reconocida por la sociedad como un acto artístico así como el del fotógrafo. ¿Hay un acto de justicia también en todo esto?
–La fotografía se ha convertido en un arte y la fonografía no necesariamente. Tenemos que ponerle ese nombre raro de fonografista que ya te aleja un poco de la sociedad y encima no tiene ese reconocimiento social, pero bueno, mi trabajo personal como artista ha sido justamente desarrollar la idea de que la fonografía es un arte. Y entonces investigando este arte fue que entré en esta investigación que me fue llevando más atrás en el tiempo para encontrar cuáles eran los fundamentos que daban origen epistemológico, sensible y sensorial a la herramienta con la que yo estaba trabajando.
–¿Qué fue lo que te pareció más relevante de todo el proceso?
–Hubo una constante montaña de descubrimientos. Fascinante y muy estimulante. También muy difícil, pero muy satisfactoria. La mayoría de los textos que investigué están escritos en latín y no están traducidos. Entonces, esa fue una barrera muy grande de pasar, pero cuando empecé a atravesarla, con ayuda, por supuesto, así se fue abriendo una caja. En esa época se crearon los primeros museos, los primeros gabinetes de curiosidades que les llamaban o cámaras de maravillas. Eran justamente estas primeras colecciones de objetos que se reunían para estudiar un tema y el padre Kierkegaard, que fue uno de los autores que principalmente estudié, fue de hecho el creador de uno de los primeros museos, el Museo Kircheriano, que recopiló objetos de todas partes del mundo y entre ellos se encuentran de los muchos tratados que hizo. Sobre volcanes, sobre jeroglíficos egipcios, sobre China, sobre botánica y entre ellos hizo los dos primeros tratados sobre el sonido que se conocen, que se escribieron en 1650.
Cristian Hernández Larguía, director del conjunto Pro Música de Rosario muestra un instrumento de musica medieval, durante la presentacion del grupo en Llao Llao en 1999. Foto: Francisco Bedeschi
–¿A partir de ese estudio y esos grabados llegás a investigar los primeros sistemas de audio en residencias de importancia?
–Muchas de estas estatuas sonoras se hicieron en los jardines de los reyes. Con eso competían entre sí a ver quién tenía la cueva sonora más lujosa y con el mayor efecto sonoro. Esto es la época del barroco y el manierismo en donde todos los efectos sonoros estaban para crear escenas oníricas o mitológicas y los efectos sonoros recreaban el mundo de pan y de las ninfas. Fue un descubrimiento constante.
–¿A la hora de hacer música te sentís influenciado por todo este conocimiento?
–Sí, como me tocó estudiar tratados de música del siglo XVII me tuve que insertar mucho en los principios de la armonía que en ese momento se estaban estudiando. Y si bien mi tesis no es de musicología en sentido estricto ni me dedico a ese campo de lo musical como tal, simplemente trabajar esa época me influenció. Me modificó la idea de que los fenómenos sonoros en esa época estaban en una conexión cósmica. Es hasta mediados del siglo XVII cuando el concepto de frecuencia va a emerger de los estudios que hacen estos frailes a través del estudio de las cuerdas, observando cómo vibran y tratando de determinar y medir por primera vez matemáticamente el fenómeno que ocurre cuando se ve cómo vibra una cuerda.
Así es como que surge el concepto de frecuencia en un tratado de armonía de 1617. Re para atrás. Entonces, a mí eso me influyó muchísimo en mi concepción de la música porque fue como si estudiara desde el inicio de cómo se estudiaba en esa época. Por ejemplo, el monocordio, que es este instrumento que es una sola cuerda, más que un instrumento era un dispositivo de concepción de las escalas de toda la armonía. Se usaba para medir el tono, o sea, un afinador. De allí surgió la escala pitagórica, base de la música occidental. Después se fue sofisticando.
